Guía para padres
Educar en la
sexualidad
Educar en la sexualidad implica hablar, entre otras cosas,
de la vida afectiva, del respeto por el otro, del propio cuerpo y sus cuidados,
de los sentimientos, de cómo relacionarse afectivamente con un otro, de la
empatía, etc. El conversar de estos
temas prepara al niño para enfrentar y mantener una relación amorosa y por
sobre todo cómo enfrentar las, tan dolorosas pero inevitables, decepciones sin
derrumbarse ni enfermarse. Por lo anterior es fundamental que él o la joven sientan
que cuenta con un espacio entregado por sus padres para compartir tanto sus
alegrías como sus dolores. En ocasiones
los padres responden con un “no te
preocupes”, “él o ella se lo pierden”, "ya verás cómo mañana se te va a
pasar y te vas a estar riendo”, “hay tantas mujeres /hombres en el mundo”, “no llores…”, etc. Estos
comentarios, aunque son dichos desde el amor de padre, más que ayudar generan
mucha rabia en el o la joven; sienten que sus sentimientos no son atendidos y
mucho menos comprendidos, que son minimizados y que no son importantes, pero
sobre todo son un plus para que el adolescente se guarde en silencio y salga a pedir consuelo en otras personas o en algún
vicio que los calme en su angustia.
El adolescente es por naturaleza egocéntrico, extremista en
sus sentimientos, constantemente piensan que todos estarán pendientes de lo que
haga y diga. Paralelamente siempre responde de manera muy intensa a la crítica,
por lo que es de suma importancia para él o ella que los padres le validen en
su pololeo.
Preparándolos para la
vida
Uno de los principales objetivos como futuros educadores es
orientar al adolescente a las nuevas sensaciones y vivencias por las cuales
atraviesa, para eso es necesario conocer algunos aspectos puntuales de la
sexualidad del adolescente. Por ejemplo, los sueños y las fantasías sexuales,
que son muy frecuentes y explícitos en la adolescencia. Muchas veces, estos están acompañando a la
masturbación, que siendo absolutamente normal, sirve al o la joven para acceder
al placer sexual y al orgasmo. Cumplir con la fantasía, aquello que por el
momento en la realidad no es posible, “ensayar“en la mente lo que podría ser
una experiencia real, generando de esta forma una disminución de la ansiedad
que le provoca “esto desconocido” en la práctica; por último, ayuda en la
mitigación de la soledad y es una válvula de escape de la tensión y el estrés
generales. Es por lo tanto una práctica sexual exenta de riesgos, que la pueden
controlar y que por lo mismo los padres no deberían cuestionar ni menos
“entrometerse”, a menos que se volviera demasiado frecuente y que haga al joven
permanecer mucho tiempo dedicado a este ejercicio, sea acompañado de
pornografía y que lo vuelva retraído y alejado de las actividades propias de la
edad.
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